miércoles, 24 de julio de 2013

Ella.

La aguja del reloj se siente como un puñal. Pasan las horas, y así también lo días y las semanas. El tiempo escurridizo se escapa frente a su horizonte... y a ella, a ella eso la aterra.
  Ante ella un muro, detrás de él: el mundo. No hay quien lo derribe, ¿quién se va a atrever a cargar con ese infierno?. Su corazón, un candado. Su mirada, un enigma tras la llave. Y su mente, una imposible.
  Y así se enamora de su Soledad, y quien la conquista es su dolor. ¿La inteligencia?, su mejor excusa. Quien se escapa no se enamora, quien se escuda no es herido, y quien no llega nunca tiene que irse.
  Es que aún se siente una niña, pero los segundos la traspasan con cada latido que la mantiene despierta. Y cada vez que abre sus ojos no ve a nadie, pero cuando los cierra los ve a todos. Y entonces suspira y mira hacia un espejo, pero no se refleja en él. Se distorsiona en su agonía, se apaga en su oscuridad.
  Por las noches sus heridas se abren y se queman, una y otra vez, en los mares de sal que derraman sus ojos. Y entonces, ¿quién la va a auxiliar?. Es una enfermedad sin remedio. Hay que ser valiente para ir en busca de la cura, y ella... es una cobarde.
  No sabe rescatarse de sí misma, y si por fin alguien la encuentra...huye. Entonces se refugia en sus fantasmas, ellos nunca la abandonan...
¿Qué sería de ella sin sus recuerdos?, quizás, un alma libre.

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