Pienso demasiado, me pesa tu mirada, tus expectativas, el nivel que crees que tengo para dibujar las palabras más lindas y que, encima, transcriban fielmente lo que quiero decir.
Y no, lamento decepcionarte, no tengo las palabras más lindas para darte, ni la suficiente grandeza para cumplir con tu plan perfecto.
La verdad es que me encuentro en una nebulosa de ideas, en la cual una epifanía me despertó. Un nudo me oprime la garganta para que nada salga de ahí, mientras que mis dedos, ávidos en la desesperanza, se mueven titubeantes sobre el teclado para oxigenar el dolor en mi alma.
He aquí la conclusión, pienso en vos antes de escribir, la idea que va a desarrollar tu mente de mí al leerme y en pos de eso escribo. Pero esto no termina acá, pienso en vos incluso antes de actuar, en cómo me vas a defenestrar en palabras acorde a lo que voy a hacer. Por si no quedó claro, pienso siempre en vos.
Con esta formula vivo (¿vivo?), camino mirando hacia atrás, cuidándome la espalda, deseosa de que el azar del futuro no me haga trastabillar por ignorarlo. Sí, realmente sos un fastidio, me absorbes la energía, la voluntad de abrir los ojos un día más y fingir que hago lo que debo, lo que esperas de mí.
Mi mente nuevamente se bloquea al pensar en el impacto de estas palabras, me siento temerosa de generar una idea errónea y veo mis deseos suicidarse, una y otra vez, al estrellarse contra esos grandes muros que construiste a mi alrededor. De esta forma pierdo la capacidad de luchar por lo que quiero y me transformo en un ente gris, desaparezco en cada suspiro y pierdo el punto de partida. Resignada a transitar 21 veces por el mismo laberinto, ya no puedo escapar...
Lamento decepcionar...me.
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