lunes, 29 de junio de 2015

Un poco de nada que ver con todo


  Escapar siempre me resultó una idea maravillosa, te dejo mis demonios para que los cuides un rato y tal vez así entiendas por qué sólo quiero dormir... Ese momento en el que se apagan las luces, puedo sentir la oscuridad caer sobre mí cual plomo y de un golpe seco abrir un poco más la grieta de mi pecho. Se desprenden más recuerdos de la herida, caigo adormecida y dejo de sentir.
  Me dejé ir, me abandoné, cuando lo extraordinario se hizo cotidiano y la  rutina agujereó mi mente, me tiré del abismo más alto y no quise volver. No me culpes por querer desaparecer, te invito a caminar en mis zapatos y después decime si te place acompañarme a nunca jamás.
  Atravesé tantos inviernos que la intensidad del frío me quemó la piel, en la intemperie me abrigué de oscuridad, que se metió hasta en mi sangre e inundó mi corazón. No me juzgues, aún puedo sentir mucho amor, excepto el propio, ese lo perdí en alguna apuesta, me lo robaron o quizás nunca lo tuve. Sera por eso que poseo la capacidad de ser irrompible, puedo hacerme añicos incontables veces contra la misma pared o caminar descalza sobre los clavos oxidados de siempre, que después de unos días la sangre cesa y lo vuelvo a intentar.
  En un estado absoluto de inercia y resignación, necesito cerrar lo ojos, verte, verme y verlos a todos... escuchar tu voz a lo lejos para permanecer despierta e imaginar que me dejaste acá por algo que se me olvidó o aún no lo sé. Quizás sólo por ello decido abrir los ojos después de autoflagelarme el alma, levantarme al día siguiente y curar las heridas que dejó el insomnio. Sólo por vos y por ella me atrevo a pretender una diferencia, una variante en este circulo vicioso. Y aunque mis deseos aún no encastren con mi realidad, no puedo hacer otra cosa que seguir acá... De otra forma ella me extrañaría al despertar, y vos te decepcionarías de mí.



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