Debo confesar que soy víctima de una adicción, es mi escape, mi visita a la tierra prometida cada vez que siento que las cosas no podrían estar peor, mi permitido en medio de tanta miseria... Lo que ocurre un noventa por ciento de mi tiempo en este planeta. Bueno, en fin, sufro el síndrome de Peter Pan y soy adicta al pasado... Simplemente cuando mi pecho comienza a oprimirse y mis ojos se inundan, con frecuencia saco un boleto y viajo hacia cada momento en el que me sentí segura, a salvo, mientras trato de mantenerme en una pieza sin que la amargura me desgarre. Lamentablemente son lapsus temporales, y aunque deseo permanecer ahí, la realidad me arrastra de vuelta y hace lo quiere conmigo por otro rato más.
Es difícil seguirme el paso y se debe, claramente, a que nunca estoy ahí. Te miro y sólo atravieso tu cabeza, estoy mirando más allá. Buscando una salida de emergencia que me indique el camino de regreso. Y no, después de algunos años, uno asume que no existe dicha escapatoria y hay que cargar con la angustia de no poder volver a casa...
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